Arduanatt

Krogdalo, el espíritu del viento y la tierra, tenía tres hijas.
Arduanatt, Diné y Doom.
Entre los que estaba, la mayor, «Arduanatt», ágil como el viento.
Con sus dos alas en sus hombros, volaba libremente en el cielo.
Arduanatt, un día, se encontró de casualidad con Sicrua, la Hija del Sol, y se volvieron amigas.
Pero a diferencia de Sicrua, que era apasionada y justa por parecerse al sol,
Arduanatt era libre como el viento, por eso comenzaron a tener fricciones.
Un día, en una gran pelea que tuvieron, las alas de Arduanatt se derritieron,
y terminó cayendo a la tierra.
Las personas de Kamasilvia, creen que algún día, Arduanatt que está escondida
entre todos los caballos que hay sobre la tierra, para evitar a la Hija del Sol,
desplegará sus alas y volará hacia el cielo.

Diné, la segunda hija de las tres hijas de Krogdalo, tiene el favor de los bosques.
Protector del Bosque de Kamasilvia de los invasores con sus cuernos dorados y bien afilados.
Como protectora del bosque, Diné era a la vez amada por el bosque y la única que podía permanecer al lado de Doom, cuyo fuego destruía el bosque.
Un día, una pequeña serpiente se acercó a Diné llorando suavemente.
Le contó que una bandada de cuervos nunca antes vista había cubierto el cielo y conducía a todo el mundo a la muerte. Cuando Diné llegó al lugar indicado por la Pequeña Serpiente, en el bosque neblinoso solo reinaba la calma y la paz.
Al darse cuenta de que la pequeña serpiente había desaparecido, Diné se apresuró a volver al Rastro de su madre, pero se enteró que Doom había abandonado el bosque.
Abrumado por la desesperación ante su incapacidad para proteger a su familia, Diné deja atrás la protección del bosque y comienza a correr por el árido desierto, siguiendo el triste rastro de Doom.
Los habitantes de Kamasilvia creen firmemente que si un día ven un espejismo de luz dorada y oscura desde más allá del bosque, se trata de Diné regresando del árido desierto a los brazos del bosque.

La menor de las tres hijas de Krogdalo era Doom, Ama del Fuego.
Allá donde pisaba, sus llamas se alzaban para consumirlo todo.
A diferencia de Arduanatt, el viento, que surcaba los cielos libremente, y Diné, la tierra, amada por los bosques.
Doom no podía ser libre a causa de sus llamas. Sin nadie a su lado, salvo sus hermanas, se hundió en la soledad.
Había alguien que le había observado durante mucho tiempo, Ibedor, la serpiente que custodiaba el Espejo de la Grieta.
«Contempla tu verdadera forma. Al final del árido desierto se encuentran las ardientes puertas del infierno.»
«No te aflijas más por tu soledad, porque allí te espera uno que te reconoce.»
«Con él, podrás correr libremente, deslumbrando al mundo con tus llamas ardientes.»
Atraído por las palabras de Ibedor, Doom abandonó los brazos de su madre por primera vez.
Se cuenta que Doom fue vista por última vez desapareciendo tristemente más allá de la tormenta del desierto que un día arreciaba con sus estruendos.